PRI enfrenta su peor crisis de cuadros y liderazgo
Penoso para Martín Juárez andar mendingando a ver quién le hace el favor de competir por el PRI
Cercanos a un proceso electoral, la historia política potosina está marcada e impregnada de errores, traiciones y deslealtades; pasajes llenos de encuentros y desencuentros. En el PRI siempre ha sido así; ocurre, entre sus principales figuras, entre sus camarillas, en sus estructuras u organizaciones y corrientes internas. Evidentemente que esas patologías se acentúan y se polarizan cuando los errores cometidos por las dirigencias partidistas son de párvulo y cuando no existe una conducción política acertada por quien se supone es el jefe político en el estado, el gobernador.
Tal vez a Juan Manuel Carreras hay cosas que no se le dan, le cuesta mucho trabajo entender o comprender la nueva realidad política de su estado y ello seguramente explique el haber dejado a la deriva al partido que lo postuló y lo llevó al poder. Ya en su tercer año de ejercicio, el jefe real del PRI actúa, conserva y defiende su visión tecnocrática dejando a la inercia la dirección de un PRI que hoy por hoy enfrenta una de sus peores crisis de cuadros y liderazgos, y es que siendo francos, nadie se preocupó en tiempo en focalizarlos, cuajarlos o foguearlos para entrar en digna competencia.
Y no es que el PRI no tenga figuras importantes para contender por los distintos cargos de elección popular. Lo que sucede es que muchos de sus personajes son ya cuadros decorativos que se acostumbraron a ocupar posiciones por “la vía facilita,” – es decir, a través de la representación plurinominal o de primera minoría; todos ellos están mandando a otros al sacrificio porque ellos no están disponibles a exhibir su desnutrido e incipiente peso político; tampoco se muestran serviciales como para arriesgar sus cómodos negocios pactados con el ejercicio del poder, mucho menos a revelarse ante lo que ellos creen tener como capital político dizque acumulado durante sus años de militancia.
Solo en la fase de pre registro de candidatos a jugar por una diputación local o presidencia municipal, el PRI se presentó en sociedad como un partido disciplinado, es cierto, pero sin brújula, sin rumbo y dirección, sin liderazgo, sin ninguna oferta política y con un profundo sentimiento de derrota anticipada. Indudablemente que el fracaso de la coalición tiene rostro y nombre y tendrá para el PRI un alto costo político. Esa presunta alianza que todavía está en veremos, podría generarle una mayor descomposición y riesgo de fractura si se empecina en impulsar figuras que nada tienen que ver con el PRI.
Está claro que al presidente del CDE del Martín Juárez Córdova, debe resultarle bastante penoso o incómodo andar mendingando o tocando puertas con gente ajena a su partido para rogarles y pedirles que le hagan el grandísimo favor de aceptar ser candidatos del PRI para contender por la capital, para competir en Soledad o en algunos distritos donde la presencia del Gallardismo es y ha sido contundente. Mientras Martín se parte en dos y busca convencer a figuras que la piensan más de tres veces en entrar a la pelea, los santones del priismo le juegan al Fouche, barajan nombres y deslizan otros, ¡total! ellos no corren ningún riesgo de derrota y desprestigio.
En el PAN ocurre exactamente lo mismo. Al dirigente estatal Xavier Azuara, lo metieron en descomunal pedal todos esos santones que literalmente renunciaron a los principios de su partido para tratar de impulsar una candidatura externa a la que “ellos le llaman ciudadana” pero que no es, ni representa otra cosa que una miserable justificación para desmarcarse y para tratar de colocar a un competidor con la sola intención y ánimo de buscar disminuir al Gallardismo, corriente que demostrado está, cabalga en “Caballo de Hacienda”, sin adversario enfrente o de peligro, así las cosas.
