20.5 C
San Luis Potosí
spot_img

Memorias del Porvenir

spot_img

Entérate

Últimas Noticias

sábado, mayo 18, 2024

 

TRES LLUVIAS

Javier Zapata Castro

El cielo nublado presagiaba lluvia. Iba caminando por senderos conocidos, dirigiéndome a un sitio en la sierra, también ya conocido. El peso de la mochila no era diferente al de otras tantas ocasiones.

En fin, digamos que la única novedad en esta caminata era la negritud del cielo, nubes oscuras que están cuenta que cuenta, y cuando llegan al número mil abren puertas y ventanas para soltar ese peso que ya no pueden cargar y que se nombra agua.

Si estas encerradito en tu casa, no importa, pero si andas de “pata de perro” en la sierra, eso si te afecta. Tus botas pisan una tierra prieta que con poquita agua se vuelve chiclosa, dificultando la caminata.

Ahí sí pues, que la lluvia cuenta mucho, pues pareciera que vas cuesta arriba. No es tanto por la mojada del cuerpo, que para eso está el mezcal que la calienta, no; es por caminar en senderos de tierra prieta que se apapacha con el agua, volviéndose apapachada, chiclosa y querendona y, por no querer que te quites de sobre de ella, no te deja avanzar.

A medio camino, las nubes llegaron en su cuenta, a mil. Pero, ¿quién se espanta? Llegas al jacal que les he platicado, construí. Adentro prendes una pequeña fogata y te regalas hartos tragos de mezcal Santiago. ¡Qué caray! Todo es parte de la vida. Cada instante es especial, cada momento, cada día. En esa ocasión, las nubes abrieron puertas y ventanas por ahí de las cinco de la tarde.

Esa tardeada de otoño, el agua cayó como si fuera una cascada de miles de delgados hilos. Gota entrelazada con otra y otra y otra gota, hasta formar chorritos brillantes ―cual lágrimas en abundancia de la misma Magdalena―; estalactitas finas, elegantes, delgadas bailarinas de ballet que no permitían ver mas allá de tres metros.

Llegó la noche y la lluvia prosiguió… Después de un litro santiagueño solo quedo el clop-clop-clop de las gotas que escurrían del techo de mi jacal… Las nubes se habían ido a buscar más agua, solo ellas saben a dónde, para volverse a llenar y contar del uno al mil, vaciándose en donde les dé la gana.

La lluvia arrulla, sí, pero te mantienes despierto por si algún rayo tiene la ocurrencia de bajar y asomarse a tu jacal, de forma que, al término del diluvio salí del jacal y encontré el cielo limpio y no simplemente como siempre, no: se presentaba iluminado; ¡vi cómo se estaba cayendo poco a poco a pedacitos! Verdad buena que estiré los brazos con las palmas de las manos hacia arriba esperando que un pedazo de cielo en ellas cayera… Los pedazos que se veían caer no chocaban entre sí, eran como fuegos artificiales.

Pedazos de cielo que, brillantes, se movían, y, otros, como velos y vestidos de novias antiguas, dejaban ver una cauda brillantemente fugaz, como si estuvieran vivas…

Había escuchado de la “lluvia de estrellas”, pero no la conocía. Esa madrugada la vida me la presento. Ya no pensé en dormir, estaba anonadado, estupefacto, turulato y lelo…

En cuanto hubo claridad, salí a buscar que cortar, arrancar o matar para comerlo. En la misma sierra, me dirigí a un lugar cercano en donde a cada 8, 9 metros había algún nogal, sabino o álamo ―un manchoncito de monte arbolado―. Al primer disparo de escopeta pasó algo nunca por mi visto. ¡¿Cómo no admirarme si en aproximadamente 14 horas veía la tercera lluvia, ahora de hojas color de otoño, esas que fueron soltando amarras por la abundante lluvia del día anterior…?! El piso de ese “manchón” era una alfombra tejida con hilos de oro. Ya el piso era dorado, pero la lluvia de hojas traía, en cada una de ellas, el más bello color que una hoja posee; dorado del verano que les tiñe para que sean digna alfombra en un bosquecito cerrado, en donde el aire no ha sido respirado por otro ser humano…

A los 10 minutos, otro disparo…, para llenar los ojos y algún día poder platicar el que en 14 horas se me regaló con la visual y emoción de tres lluvias, tan iguales y tan diferentes, una tras de otra: lluvia de agua, lluvia de estrellas y lluvia de hojas color del oro. ¡Benditas sean las tres!

Artículo anterior
Artículo siguiente
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
%d bloggers like this: