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Cinco hojas por un dólar

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jueves, mayo 2, 2024

La mina  no parecía gran cosa,  al menos para tanta alharaca como se hizo para ir  a conocerla. Por fuera, claro,  y de lejos. Pues aquello tiene tanta seguridad que más parece casa de narcotraficantes, peliculesca  finca-laboratorio,  al menos tiene la estampa…dice un amigo, -tiene la fila, guarda la máscara-. Y como si no.   Abundan los gritones de revisión en la angosta carretera  que conduce, supongo, a las oficinas  de la mina. al menos en la parte recta de esta carreterita  se observan  puestos   de control que a  la vez de restringir el acceso,   evidentemente servían para cuidar las instalaciones, a un y  que según se comentaba. Los mineros no se la jugaban y pagaban la cuota respectiva  a todos quienes tuvieran fuerza para cobrarla,  y  así dejarlos fuera de todo atraco, secuestro, similares y conexos de la republica colombiana.

 

y es que junto al oro colombiano, de un amarillo cobrizo, por cierto  muy parecido al oro oaxaqueño,  la esmeralda colombiana. Su especie en el mercado,  es  de los artículos comerciales más apreciados por quien conoce de ello, llegando a ser consideradas, en cuanto a precio se refiere, en algunos casos, de mayor valía  que los diamantes.  verdes son como el jade  azteca, las hojas de coca, loro huasteco,  los ojos de una amiga que tengo aun y  que el verde  en greña del mineral que se antoja comestible , es  cristalino como el mar, ya tallada, la piedra  adquiere su  propio apellido y así surge por derecho propio el color  “verde esmeralda”

 

Por intentos no quedo,  pero ni  tan siquiera pasamos el primer puesto controlado por uniformes,  ametralladora de tripie, computadora, videocámaras,  radios de comunicación y sabrá dios cuantas cosas más.  De forma que el tratar de conocer  la mejor mina de esmeraldas del mundo.  No pasó de ser más que una muy grande ambición.    Agradable por la compañía,  los preparativos  y la charla con sabor a café,  -tinto le nombran a la bebida-.  Así como los altos constantes  en cada casita o techo a  la vera de la carretera, con el fin de tomarse un matecito, amargo y refrescante quien invita a la calma chicha para que el sudor desborde las prisas que solo provocan infartos.  Jugando a no  correr, atorados en la guaguara  del ganado, las lluvias,  el ejército.  Charlas cantarinas en relación al oro, los pumas, el mate y las esmeraldas.

 

Y dado que no se pudo ver la mina, ya no en sus  entrañas.  Si ni tan siquiera pasar el primer atorón  para conocer las oficinas.  Se convino que el rumbo debería ser al rio magdalena en los meros andes colombianos.  Y como ni chiquillo chillón ni vieja reclamadora que opinara en contrario, como suele suceder.   Antes de la anochecida san Agustín se dibujó ante mis ojos…típico pueblo  hijo de la conquista española. Es decir, en el centro la plaza y por aquel lado la casa de gobierno y por el otro  la iglesia.   Típico  formato desde el rio bravo hasta  la Patagonia.

 

Pero la noche trae sorpresas y san Agustín contaba con un centro nocturno,  mismo que se anunciaba como “nigth club” con luces de color azul, quienes prendiendo y apagando desde la primera a la última letra, parecía que te echaban un lazo al mero pescuezo y de él te iban  tirando poco  a poco  hasta que sin saber cómo,  de pronto ya estabas bien sentado en mesa de cuatro sillas y viendo un escenario iluminado de color rojo en todas sus gamas… pero en Colombia de dice que primero es el traguito y luego el baile de manera que la botella con servicio cuesta tanto, y en la barra menos tanto. Y cerca de la pista, mas tanto.

 

Cerca de  la  pista quedamos, tan cerca que casi   nos trepamos, solo ahí podía ser en razón de que todos los ahí reunidos resultamos medio miopes.  Pero lo extraño del caso. Ahí, porque  finalmente  los centros nocturnos son lo mismo aquí que allá, lo raro que llamo la atención fue la presencia de un hombre  quien  normalmente vestido, como cualquier parroquiano. Deambulaba por entre las mesas dejándose ver en la penumbra del antro aquel como si fuera un fantasmilla que aparecía  y desaparecía, a su gusto,   por diferentes partes del “nigh club”.

 

¿Y ese bicho con que se mata?,  pregunte a los guías-acompañantes,  ¿de qué bicho usted habla?, contestaron extrañados…de ese pues que se pasea por todo el local con la canasta en el brazo, allá en México suelen llevar huevitos cocidos  o semillas de calabaza…se venden. “huevitos cocidos, valla usted a ver”, y soltaron la carcajada,”  a  ver hombre venga para acá”,- llamaron al fantasma de la canasta,  quien por cierto la traía  muy bien tapadita, con su carpeta  bordada y todo…”que si tu vendes huevitos cocidos  dice aquí el amigo” . “huevitos cocidos, esos los encuentra en el restaurant   de al lado, y  será a media  mañana a  esta hora todo está cerrado”.

 

Qué pues es lo que tu vendes cabron que veo que te paseas por todas las mesas,   más que las muchachas de los cigarros, -pregunte para bajar la burla de los acompañantes.  “pos que  ha de ser patrón.   Hojitas para el dolor,  para encontrar el sueño o para alejarlo. Para que aguante todita la noche bailando, para que no amanezca crudo.

 

Para que se le olvide lo que duele y se acuerde de lo que da risa.,  hojitas para sentir bonito….coca pues, hojitas de coca. ..” “a cabron”  y lo dejan vender así nada  más, como si fueran chicles” pregunte.  “usted no es de aquí verdad”… no, conteste.   “y cuanto será que cuestan”…cinco hojas por un dólar, pero le duran para toda la noche, verdad, asevero dirigiéndose a los amigos –guías que no habían parado de reír  y no pararon de hacerlo en toda la noche.

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