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viernes, mayo 3, 2024

 

Fernando Díaz de León Cardona

ALIANZAS TRANSVERSALES

El proceso comicial puesto en marcha por las instituciones electorales estará revestido de grandes asombros. Cada seis años, al proceso de sucesión presidencial, algunos medios de comunicación le imprimen un sello que se ha convertido en el estigma de ser “la madre de todas las batallas”. No es para tanto, simplemente la pugna electoral será más cruenta o más violenta que otras, pero no menos atractiva por los escenarios que comienzan a dibujarse.

Seguramente la particularidad que se presenciará en 2018, es el nuevo esquema de alianzas que se contemplan y prevén los partidos políticos para defender y legitimar sus eventuales triunfos. Independientemente de las alianzas formales entre partidos o Frentes Nacionales, Regionales o Locales, la mayoría de los partidos, buscarán establecer pactos o acuerdos transversales con organizaciones y actores políticos que tienen la aceptación, el reconocimiento ciudadano y una presencia real que tendrá una marcada incidencia en el resultado de la elección.

En el contexto nacional, el PRI, el PAN y el PRD así lo conciben. MORENA se cuece a parte y sus alianzas las fincara en otras expectativas por su naturaleza y liderazgo mismo. Los amarres perros que en el ámbito local se advierten es lo que suena interesante y atractivo para cualquier proyecto político. Si el PRI tiene la intención de ser mayoría en el Congreso, tendrá que ceder, conservar equilibrios y pactar acuerdos con fuerzas políticas que hoy son gobierno y mayoría en la zona metropolitana.

Con el PAN se antoja complicada y compleja una alianza en el concierto estatal aunque no imposible. Si a nivel nacional les funciona el Frente Nacional PRD-PAN, las dirigencias locales tendrán que recurrir al análisis serio para encontrar la rendija del mínimo entendimiento, algo que desde ahora se presume imposible por la personalidad de los jefes políticos del panismo y el Gallardismo. Cada quien buscará las principales posiciones y, para ser franco, esto en el PAN es impensable, no se digiere ni se admite porque siente que puede llegar solo a la contienda, pese a que su brutal realidad es otra y su divisionismo interno es innegable.

En lo personal no sé qué podrían decir los Meade, los Peñalosa o el gobernador Carreras, pero el candidato que surja del PRI, tendrá que recurrir a pactos y acuerdos con fuerzas o corrientes políticas diferentes a las de su partido, de otra manera nadie, por muy pesimista que se muestre podría garantizarle un triunfo en la capital potosina que representa el porcentaje electoral más alto en votos.

Si esto ocurre, nadie debe asustarse o sorprenderse, ya se ha dado. El voto diferenciado logrado por el PRI en el 2015 es una elocuente y convincente muestra de que las cosas se pueden presentar así, y si algunos no lo entienden o no lo admiten, es sencillamente porque nunca estuvieron en el momento de los pactos y los acuerdos importantes que motivaron y definieron la conservación de la gubernatura para el PRI en el 2015. Que esta verdad duele y mueve, es cierto, pero la verdad hay que decirla, aunque sea de paso.

Una cosa es clara, si José Antonio Meade, o Miguel Ángel Osorio, o bien, si Luis Videgaray o Aurelio Nuño logran la candidatura de su partido, las alianzas que buscarán no serán con grupúsculos o liderazgos mesiánicos que no representan nada ni a nadie. Lo harán con quienes saben les garantizan votos para su causa y para ser francos, todos sabemos quiénes son y donde están, no le busquen.

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