Por Raúl Ruiz
Cuántas coincidencias.
Marcos Barraza, con nombramiento miltipotenciario como mi científico de cabecera, entre las neblinas del confinamiento, me dijo:
«Cuántas coincidencias. Tu amistad con Ikram Antaki y por suerte, la gran influencia intelectual que sobre ti incidió, conecta irremediablemente con Erwin Schrödinger, uno de los físicos más relevantes del siglo pasado.»
A Barraza lo conocí veinte años atrás en una caminata urbana. ¿Cómo es esto? Ambos acabábamos de arribar a Ciudad Juárez, y andábamos pajareando como turistas europeos. Aún no sabíamos que esta ciudad tiene todo, menos atractivos turísticos urbanos.
Hubo una rápida identificación entre ambos y sin exagerar, mientras hacíamos el reconocimiento visual de esta pujante ciudad,
conversamos cuatro horas sin parar.
Él, como todos lo sabemos, es un científico loco, que, entre sus locuras, crea inteligencia artificial para la aldea.
Yo, como usted sabe, soy más humanista que científico (de las ciencias duras). Mi área es la comunicación, las leyes; los atisbos a la filosofía, psicología, sociología, etc.
Y en aquel entonces, me dijo, «pensé que serías ingeniero, no abogado, tienes una mente que funciona bajo rigores matemáticos. No a base de suposiciones, o pálpitos.»
Y de ahí en adelante coincidimos en innumerables proyectos. Sobre todo, radiofónicos. Me hizo estudiar materias densas como física cuántica, la inteligencia artificial. Y comprender el desarrollo del universo bajo la óptica científica. Por él, llegué a comprender la teoría del caos, y utilizarla en mis asesorías de gestión de imagen pública.
Todo este rollo viene a cuento, porque en mis análisis sobre la pandemia fake, que estamos sufriendo, hago referencia a categorías que corresponden a estudios de filósofos y científicos del siglo pasado, que no había leído, pero que aparecen en mi subconsciente, como si siempre hubiesen estado ahí.
Y es que, la interlocución con personajes del calibre de Ikram Antaki, forzosamente nutren el intelecto.
Y ahí tenéis, que Barraza me envió un libro pequeño, apenas de 70 páginas, de Erwin Schrödinger, que me devoré en tres horas nalga.
Mente y Materia es el título.
Y lo traigo aquí, a la degustación de las letras, porque en mi interés por despertar conciencia, aplico inducción a procesos cerebrales para producir pensamiento crítico. Pocas veces con éxito, porque la masa se resiste.
Y es natural, porque la construcción de la realidad está hecha a base de sensaciones, percepciones y recuerdos.
Lo que la gente entiende por realidad; lo objetivo, es producto de su propia experiencia.
Dice Scrhödinger: «Su manifestación está condicionada por acontecimientos especiales que se desarrollan en
lugares especiales de este mundo nuestro, es decir por ciertos hechos que tienen lugar en un cerebro.»
Todo está en su mente.
La tomadura de pelo llamada pandemia coronavirus, cundió por tres circunstancias sin réplica:
1. Hay un interés supremo por cambiar los paradigmas de la humanidad y favorecer a la ultra élite mundial. Poder.
2. La humanidad está en el punto de turrón para ser manipulada.
3. La complicidad entre los hombres del poder en el planeta, y las instituciones internacionales que utilizan para sus propósitos, han colocado el terror entre la gente cuyo cerebro se ha reblandecido, por el consumismo y la pereza mental. (Aquí aludo a reflexiones de Bauman y Lipovesky)
Ideal para la manipulación.
Es tiempo de colocar una nueva ‘realidad’ en el planeta.
Diremos que un virus mortífero estaba acabando con la humanidad, (aunque sólo hayan sido contabilizados poco más de doscientos mil muertos, aparentemente atacados por el coronavirus) y que por esa causa, hubimos de colapsar la economía mundial y en su lugar colocar los nuevos paradigmas económicos que regirán el orbe.
Según colijo, del pensamiento de Scrhödinger, será muy sencillo conseguí la aceptación de esta nueva realidad, porque el «lavado de conciencia» está bien calibrado.
El autor dice:
«Las formas más primitivas de la conciencia, o el problema de cuánto podemos retroceder o
«descender» en el reino animal para encontrar todavía algún tipo de conciencia, no son sino
especulaciones gratuitas, preguntas sin respuesta que deben dejarse para los soñadores ociosos.»
Y páginas más adelante, añade:
«Se trata de un
mecanismo particular con el que el individuo responde a situaciones cambiantes con un
comportamiento adecuadamente cambiante, un mecanismo para adaptarse a un entorno.
Es el más elaborado o ingenioso de todos los mecanismos y alcanza rápidamente un papel preponderante allí
donde aparece.»
Adaptarse a un entorno. Dice.
Vivimos el hundimiento de una imagen del mundo. Y seremos testigos del ‘otro mundi’ que emerge.
Y para que muchos de mis lectores respiren tranquilos, traigo un pensamiento de Spinoza, que les va a gustar: «[cada ente particular es una modificación de la sustancia infinita, esto es, de Dios. Se manifiesta a sí mismo mediante cada uno de sus atributos, en particular mediante su extensión y su
pensamiento].»
Un elegante acercamiento al hilozoísmo.
Pero esa, como diría la nana Goya… Esa será otra historia.
En otro capítulo, traeré otros interesantes conceptos del austriaco, Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger.