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La corrupción no se acaba por decreto

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domingo, mayo 5, 2024

Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió el poder, todos los días, cada mañana, no hemos dejado de escuchar del presidente de la República, que los grandes males de este país; que los enormes fracasos, las desviaciones, los rezagos sociales y económicos que hoy por hoy padecen millones de mexicanos, fueron incubados durante el nefasto y retrograda sistema neoliberal y conservador que gobernó México durante las últimas cuatro décadas.

Lo que ha dicho y dejado entrever AMLO es cierto. El presidente no exagera ni miente, porque efectivamente fue durante todo ese período cuando se acentuaron las desigualdades. Creció la pobreza, se instaló la corrupción institucionalizada, aumentó la delincuencia; la impunidad sentó sus reales y, – la brecha entre ricos y pobres se ensancho, eso ni quien lo dude y ni quien refute o discuta.

Lo que a muchos mexicanos no les queda claro, a casi dos años de gobierno, es si el modelo económico, político y social que promueve el gobierno actual sea el correcto o el más adecuado. El poder económico, la derecha enquistada en los partidos políticos y en organizaciones de la sociedad civil mantienen su postura de que AMLO está equivocado y de que está empujando a México al vacío.

Pese la fragilidad de su pasado, uno de los intelectuales sesenteros “de izquierda,” el columnista de Milenio, Epigmenio Ibarra, afirma que todos esos poderes fácticos “están encabronadísimos y están rabiosos” porque ya no tienen en palacio nacional a un gerente a modo, sino a un presidente que no se arrodilla, que no obedece sus órdenes y que además ni los ve ni los escucha”, también es cierto.

Claro que es un argumento del que muchos tienen sus dudas, pues al revelarse los privilegios de que gozan magnates como Carlos Slim; ese siniestro y famoso personaje que le cobra unilateralmente $39.00 mensuales en su recibo telefónico por la cobertura de un seguro de vida que usted no contrató ni autorizó, – y que aparte de eso será el ganón y gran beneficiario en una de las etapas de la construcción del Tren Maya, a cualquiera hace vacilar.

En el mismo contexto, los mexicanos dudan y tienen razón cuando alguien como Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, el “de los abonos chiquitos,” propietario de Elektra y Total Play; se puso perrucho y por sus guevos se negó a respetar el cierre de sus empresas, pese a que se demostró que son sitios altamente propensos al contagio del maldito bicho del Coronavirus,

Y no vayamos tan lejos, el escándalo de la compra-venta de ventiladores con presunto sobreprecio que benefició al hijo del ex Secretario de Gobernación y actual director de la CFE, al eterno priista Manuel Bartlett Díaz; son solo tres datos que, en conjunto, evidencian la transparencia, la honestidad, la rectitud y el supuesto fin del tráfico de influencias en el gobierno.

Ciertamente, Epigmenio Ibarra, tiene razón cuando expone que existe toda una legión de periodistas y medios de comunicación que no ocultan su frustración y sus rabietas tras haber perdido privilegios y dejar de recibir grandes fortunas que les proveía el gobierno. “Todos ellos salieron con los bolsillos llenos de dinero y hay que desenmascararlos,” sostuvo el defensor de la 4T.

Es muy probable que el columnista de Milenio se refirió a los ricachones y potentados más importantes en el país, a los gargantones de la política nacional y a los periodistas o medios de comunicación con gran influencia en la CDMEX que están metidos, que son aliados o que están comprometidos con el conservadurismo.

Su análisis solo lo circunscribe al centro del país porque es allá donde Epigmenio se mueve y se desenvuelve, pero, ¿Qué sucede en las regiones y los estados del país, donde ni por asomo se ven rostros ni se escuchan voces como la del ideólogo Morenista?

En San Luis Potosí, – por ejemplo, – la corrupción, los excesos y el tráfico de influencias existen, está presentes y vigentes y, es algo que ni siquiera se ha intentado cuestionar, mucho menos combatir o desterrar; sea por interés, por comodidad, por simulación, por voluntad o por la santa decisión gubernamental.

El que el presidente de la República diga, afirme y sostenga que ya no existe en México corrupción, impunidad y tráfico de influencias, no significa que haya desparecido por Decreto. Ya lo dijimos, el fenómeno existe, está presente, vivo y actuante. Esta latente en la esfera gubernamental, en el sector privado, en el municipio de la capital que gobierna el PAN y en sus delegaciones.

¿Quién podría sostener que en San Luis Potosí no existe corrupción o tráfico de influencias? – Que nadie o pocos lo digan es otra cosa. Pero solo veamos al sector de la construcción, al emporio inmobiliario, a las dependencias responsables de la obra pública, estatales y municipales; a los negociantes de proveedurías de equipos e insumos diversos, a los suministradores de alimentos y servicios varios, al sector de las comunicaciones y el transporte o a personajes de la política potosina que crearon medios informativos para traficar con su influencia para hacer política y negocio.

¡A poco no los ven! Es cuestión de echarse un clavado a las licitaciones de obra y compras, o a los contratos pasados y presentes.

Que no exista alguien de MORENA o un solo representante de AMLO, que denuncie lo que está sucediendo en San Luis Potosí es otro cantar y mera simulación y cobardía, pero de que el tema esta presente, claro que lo está y creo que ya es tiempo, como dice el tal Epigmenio, hay que desenmascararlos. Así es y debe ser.

Por lo pronto, quédese en casa que nada le cuesta y, si le cuesta mucho, pues mi herman@, entonces friéguese, pero no joda a los demás, es lo menos que humilde y respetuosamente podemos pedirle. Hasta pronto

deleoncardona@hotmail.com

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