¿Qué más necesitan pasar, padecer o experimentar los mexicanos para entender con humildad y sin soberbia, que no ha existido en ellos un comportamiento maduro, racional y responsable frente a una crisis brutal como la que actualmente se vive por el impacto devastador y consecuencias sociales y económicas por la epidemia provocada por el Coronavirus?
En el recuento de daños próximo a revisarse, cuando en la sana intención se decida volver parcialmente a la normalidad, ¿de que podríamos quejarnos los mexicanos cuando lo único que se nos pidió fue quedarnos en casa y ni siquiera de eso fuimos capaces de hacer? ¿Que podríamos decirles a las generaciones que vienen? No lo sé, pero su juicio será implacable por nuestra irresponsabilidad.
Al día domingo, en todo México se habían acumulado 23 mil 471 contagios y, la lista de muertes ascendió a 2,154, – es decir, en promedio mil infectados más y 100 decesos diarios en menos de 24 horas. En San Luis Potosí, en la última semana se registro una multiplicación geométrica alcanzando el domingo 3 de mayo 154 contagios, 9 muertos, y con un número importante de casos sospechosos que al final de la jornada podrían resultar positivos.
El exhorto insistente del gobierno estatal y de las autoridades de salud a respetar el aislamiento social, a guardar la sana distancia y a quedarse en casa, ha sido para miles de potosinos como las llamadas a misa. Los filtros sanitarios que se determinó instalar en la capital potosina no resultan una medida suficiente, por lo menos no en franjas importantes de la ciudad donde su gente se mueve y se desplaza como si nada pasara o poco pudiera suceder.
Mucha gente, hay que decirlo, se mueve en colonias populares de clase media y baja y en el sector pudiente de la ciudad. Cientos de negocios, a pesar de estar en la fase crítica de la pandemia, siguen funcionando sin que la autoridad municipal muestre voluntad y capacidad para contener o imponer medidas correctivas. La tarea, ya lo señaló el gobernador del estado es de corresponsabilidad, debe ser compartida y no se vale que unos simulen y otros también.
Sobre el efecto de la pandemia, hace días, Juan Manuel Carreras López, puso sobre la mesa que 33 mil empresas pequeñas y medianas de San Luis Potosí, están en riesgo real de dejar de operar. Este señalamiento, desafortunadamente solo fue noticia de un día, se dejó pasar y se subestimo porque seguramente hay que esperar a que se convierta en escándalo para concederle importancia.
Sin embargo, el solo dato es aterrador, pues no solo están en riesgo de perder su inversión y patrimonio esos más de 30 mil empresarios o emprendedores pequeños o medianos, sino que está en juego la pérdida irremediable de decenas de miles de empleos.
Todas esas empresas, -lógico, dejarán de pagar impuestos a la Secretaría de Hacienda, ya no aportarán al IMSS o al INFONAVIT. El gobierno federal vera disminuido su ingreso y el gobierno estatal prescindirá del impuesto Sobre la Nómina, simplemente porque esas empresas podrían quebrar y en consecuencia bajar la cortina.
Los miles de trabajadores en riesgo de quedarse sin trabajo, pasarán a formar parte del enorme ejercito de reserva laboral. Ya no tendrán acceso ni derecho a la seguridad social y, lo más lamentable, en su inmensa mayoría tienen deudas; aparte de que esa gran fuerza de trabajo no esta en los padrones de beneficiarios y de las bondades económicas o ayudas sociales que concede el gobierno federal.
Todos esos apoyos temporales que está otorgando el gobierno de la Cuarta Transformación indudablemente que serán insuficientes para enfrentar la crisis económica que se viene. Tampoco los apoyos estatales hechos a través del financiamiento blando serán los que realmente se necesiten; la explicación es sencilla, por más que se estire la liga, no habrá dinero que alcance.
Hasta pronto
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