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viernes, mayo 3, 2024

“Hágase su voluntad, aquí en la tierra como en Los Pinos”

 

Era cuestión de tiempo para que el sistema presidencialista reconfirmara su existencia; ahora solo es cosa de horas para que el culto al elegido se consuma. El Doctor José Antonio Meade Kuribeña, Pepe Toño para los igualados, será el candidato del PRI a la presidencia de la República; en el camino deja varios damnificados: A Miguel Ángel Osorio Chong, a José Narro Robles, a Luis Videgaray, a Ernesto de la Madrid y a Aurelio Nuño y, lo que pronto vendrá será únicamente para darle empaque, formalidad y legitimidad.

 

Al final del día, el destape cumplió con los ritmos y sus tiempos de suspenso y expectativa, tal como lo dicta la ortodoxia priista. José Antonio Meade representa para el sistema político mexicano el hombre que cuenta con la capacidad para reproducir sus condiciones de existencia. México seguirá creciendo en su macroeconomía pese a la persistencia de un círculo perverso de pobreza que impacta y afecta a más de 50 millones de mexicanos, aun así, el ex titular de Hacienda enfrentará otros retos mayores como el de la inseguridad.

 

Meade podrá tener defectos y muchas virtudes, pero quizá la más importante, es que representa el justo medio, un equilibrio atractivo y necesario para las dos principales fuerzas políticas en el país. Mal visto entre el panismo no es, tampoco en importantes segmentos del priismo. A final de cuentas el ex Secretario de Hacienda no es, guardando bien las proporciones y antecedentes históricos, alguien al que se le pueda comparar con Plutarco Elías Calles, como lo presumió y presentó en sociedad Luis Videgaray.

 

El candidato del PRI, podría en todo caso, significar una transición pactada, porque en el PAN saben que difícilmente cualquiera que sea su candidato podría recuperar la presidencia. Los visos de aliento desde las entrañas mismas del poder hacia el incierto y frágil Frente Nacional conformado entre el PAN-PRD-PMC, así como de las candidaturas independientes, solo alcanzarán para pulverizar el voto y con ello restar fuerza y presencia al candidato de MORENA, único y visible adversario del PRI a vencer, no hay otro ni otra.

 

Ahora bien, muy al margen de los amarres perros trabados en ese nivel, en el PRI, por lo menos entre los principales operadores políticos de la candidatura de José Antonio Meade, tienen muy claro que en los próximos meses y hasta el 2 de Junio de 2018, deberán transitar en la ruta de los acuerdos y pactar alianzas con fuerzas políticas locales y regionales, (no necesariamente priistas) que le garanticen al candidato presidencial una buena suma de votos que gobernadores débiles y un PRI solito o por sí mismo no lograrían.

 

Visto en esa perspectiva y en la coyuntura político-electoral del 2018, en el contexto local no se descarta que los verdaderos operadores del candidato presidencial busquen acercamientos para establecer acuerdos “no oficiales pero si formales” con figuras que tienen una presencia política real que, además de tener la aceptación ciudadana por su estilo de gobernar la zona metropolitana de San Luis Potosí, tienen los votos que bien podrían marcar la diferencia entre el PRI con respecto al PAN o MORENA.

 

Un pacto de esa naturaleza a nadie extrañaría o sorprendería, puesto que ya se han dado. Esos acuerdos existieron en el 2009, los cuales contribuyeron al triunfo del priista Fernando Toranzo Fernández. Posteriormente, en 2015, todos los saben, los votos Gallardistas fueron determinantes para marcar la diferencia con el PAN para que

llegara Juan Manuel Carreras al gobierno del estado. Que algunos no lo entiendan o a la fecha no lo admitan es harina de otro costal.

 

Ante lo que se aproxima, una cosa es cierta, las alianzas transversales con liderazgos locales son una realidad y se darán porque son necesarias; nada ni nadie podrán impedirlo porque es cuestión de sobrevivencia política y porque a los interesados en conservarse y reproducirse les acomoda y les conviene, así de fácil y sencillo.

 

 

Fernando Díaz de León Cardona

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