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jueves, abril 25, 2024

Colaboración de David Diaz de Leon Martinez

Pareciera que la sociedad avanza a pasos agigantados cada vez más, sin mirar atrás y sin detenerse a esperar a algún pobre que se quedó en el camino. La política promete los mismos cambios que hace 50 años, pero con más problemas de los que se puedan escribir en algún archivo para acabar guardados en una oficina de gobierno.

La educación cambia significativamente en todo México, el progreso futurista llega a niveles que nunca tuvieron una infraestructura para sobrellevar clases en línea. Primarias, secundarias, preparatorias y universidades dejan que el futuro de México se aplaste en una silla por horas y horas para tomar una clase de la cual no se van a acordar absolutamente de nada cuando la hora termine. Pareciera que el mundo entero prepara un ejercito de oficinistas frustrados los cuales dependen de los resultados que salgan de una computadora después de quemarse las retinas todo el día.

Nadie supo valorar absolutamente nada antes de que el encierro nos mantuviera presos en casa, extrañando las tardes en el Tangamanga, los conciertos en el domo, las clases en las escuelas, las plazas llenas de gente, los cines, bares, teatros y toda la gama cosmopolita que ofrecía vivir en una ciudad tan interminable como San Luis Potosí, claro con inseguridad y delincuencia incluida en el paquete. Nuestra nueva normalidad es dejar ir el recuerdo de la poca libertad que te quedaba y que ahora se reduce a la puerta de tu casa. La inseguridad nos impidió recorrer la calle con confianza, ahora recorremos la calle con cubrebocas y la misma desconfianza.

¿Qué cambió? Nada.

Solo que ahora si te sientes inconforme con tu falta de libertad, ahora si exiges al gobierno que tome medidas. Ahora te da el doble de miedo salir a la calle, si no es una bala que no dio al blanco ahora es alguien que estornudó cerca, casi igual de letales. Ahora si piensas que ahorrar hubiera sido una buena idea y te das cuenta que hay más gente desempleada que postes de luz nuevos alumbrando las colonias.

Quien sabe si algún día voltees a ver a los niños que corren descalzos por las colonias populares, desfajados y con mugre como ropa. Prácticamente somos la misma persona solo que a mi me tocó un poco más de suerte, un poco más de educación, un poco más de tiempo. Y no me refiero a que esas personas o esa generación esté perdida. Solo que estamos dejando que se pierdan, lo cual es completamente igual a enseñarle a desenfundar un arma, porque algún día por hambre, tal vez aprenda a hacerlo por su cuenta.

La nueva normalidad no es justa con nadie, pero es momento de pensar qué vamos a hacer para tomar nuevos caminos y no dejar que el barco se hunda a la siguiente que a un chino se le ocurra comer en mercado. Hay que plantearnos que vamos a hacer con la educación, como vamos a inspirar a las nuevas generaciones para que luchen por más. Tal vez no sea necesario llamar a una revolución armada, pero es tiempo de iniciar una revolución de mente. Porque se trata de buscar un cambio en todos los aspectos. Luchar más por todo aquello que merecemos como seres humanos, luchar por nuestras garantías individuales, nuestros patrimonios, por nuestra identidad y nuestra cultura. Porque si el mundo que estás viendo ahora, no te gusta para nada, pero no piensas mover ni un dedo, a tu hijo le va a tocar peor y mientras más generaciones se conformen con lo que ven, ahí si ya nos cargó la chingada.

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