«No podemos caer en la tentación de dejar pasar a lo cotidiano el dolor, la incertidumbre y la necesidad de tantos hermanos que perdieron todo en unos cuantos minutos, no podemos conformarnos con lo ya dado sino que tenemos que tener los ojos puestos más allá de lo inmediato», señala la Arquidiócesis de San Luis Potosí en su editorial titulada «¿Qué Sigue?», la cual se publica este domingo en el Semanario La Red de la Iglesia Política, editorial que hace una análisis sobre el sismo que sacudió a varios estados del país el pasado 19 de septiembre, dejando daños considerables y más de 350 muertos.

La editorial destaca que este sismo «sacudió» la generosidad de los mexicanos y del mundo entero, que no se quedó callado ante la desgracia e hizo patente sus buenos deseos pero también el apoyo material y humano que se consideró indispensable para dar respuesta inmediata los que se vieron afectados por este fenómeno natural.

Recordó que la ayuda en especie se acaba, que las casas, negocios, y patrimonios que tardaron años en construirse se esfumaron sin dejar más que un montón de escombros y entre ellos enterrados los recuerdos de vida de personas, familias y generaciones completas, y que se necesitarán meses o años para levantar lo caído.

Por ello la Iglesia considera necesario «tener el corazón abierto y la memoria clara» para seguir abriendo la mano para ayudar al hermano necesitado, para seguir ingeniando formas de apoyo y de cercanía para con aquellos que por mucho tiempo dormirán en albergues, por no decirlo que en la calle, «es necesario no dejar que la cotidianidad, tan entramada en la sociedad, vaya desplazando la necesidad de los hermanos».

Destaca el editorial que espera que esta cotidianidad no terminé por engullir un acontecimiento que enseñó la fragilidad y finitud de la que está hecho el ser humano; el reconocimiento de la responsabilidad de cada uno por cuidar y proteger la madre tierra; y la generosidad de todos aquellos que no se quedaron con los brazos cruzados.

Finalmente la Iglesia Potosina considera este momentos como una oportunidad de ser un nuevo y mejor México, donde abundan los héroes, donde se desborda la ayuda, donde los hombres se hermanan y saben sembrar vida donde parece abundar la muerte, donde el que sufre no necesita tocar la puerta pues ya está abierta desde antes, donde se constata que la generosidad no tiene límites cuando el hombre se deja llevar por un torrente de desinterés a si mismo y de preocupación por otros, «que la generosidad no sea grito de un momento sino que se convierte en un hábito que ayude a no olvidar que somos hermanos», concluye.