En 13 días, la capital potosina estrenará un nuevo gobierno con la llegada de Francisco Xavier Nava Palacios a la presidencia municipal. El proceso de entrega-recepción transcurre por fortuna sin sobresaltos; excepto alguna que otra declaración distractora y aislada reflejada en el mundillo mediático que oculta ambiciones profundas, todo parece indicar que la transición camina bien.

En la Unidad Administrativa Municipal se advirtió desde hace días, la presencia de varios de esos curros; de esos panistas, priistas y navistas, que se sienten los propietarios o de tener entre sus manos el patrimonio de la victoria del primero de julio. Esto es comprensible si se parte del principio elemental de que hubo alianzas extrañas y una conjunción de fuerzas para vencer al Gallardismo, incluido el árbitro electoral.

Ya en otros espacios, habíamos sostenido que la victoria de Xavier Nava pudo ser legitimada por la autoridad electoral, sin embargo, no solo es el hecho de cómo se fraguó, primero su candidatura y luego la maquinación para operar desde las entrañas mismas del poder público, económico y político para torcer una elección que al final del día se configuró como de Estado.

En fin, su resultado es parte ya del pasado. Ahora, llama poderosamente la atención de quien o quienes serán los que realmente gobernarán la capital del estado, porque, anticipadamente ya se observa que no será el presidente municipal electo quien gobierne, sino todos esos grupúsculos que expresan tener la paternidad de su triunfo.

Y no es que se adopten conductas de “mal agüero”, sino que existen elementos suficientes para suponer que Xavier Nava, solo será el portavoz, el alfil o el ejecutor de una bien estructurada red de influencia, de grupos tradicionales enquistados en el perverso juego de intereses económicos y políticos los que tomen las decisiones más importantes del gobierno de la ciudad.

La rebatinga, digamos, por la ocupación de cargos importantes en el Ayuntamiento, es algo que hasta ayer había permanecido en silencio, o por lo menos no había trascendido como suele suceder cuando hay un cambio de gobierno, no obstante, para nadie es desconocido, que entre panistas, navistas y priistas, existe hoy por hoy, a solo dos semanas del cambio de estafeta, una auténtica rebatinga y una lucha encarnizada para lograr las mejores posiciones.

Esa lucha, sin duda podrá ser legítima, sin embargo, está por verse y escribirse, hasta donde el PAN, que ofreció y prestó su logotipo a Xavier Nava para contender reclamará espacios; hasta donde esos rescoldos del navismo y grupos mercenarios que empujaron su candidatura, así como un PRI que sacrificó a Cecilia González y movió sus estructuras antorchistas para impedir el triunfo Gallardista serán capaces de ponerse de acuerdo para ocupar los principales cargos en la nueva administración.

No falta mucho, para que la sociedad potosina, entienda y comprenda los porqués, quienes y como es que cuajaron una alianza estratégica que conllevó a una transición que se antoja compleja para un nuevo gobierno que contribuye a generar la impresión de no

tener rumbo y certeza. Tiene, sí, muchas ganas de trabajar pero con la precipitante central y el estigma y de haber arribado al poder municipal por el interés y la ambición de otras figuras que sienten tener hoy la oportunidad de retornar a los privilegios del pasado.