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jueves, marzo 28, 2024

Javier zapata Castro

Miente, remiente y tresmiente. Quien diga que el miedo no anda en burro

Todo sucedió en el camino viejo a las trojes, en el mero cruce que torciendo para la derecha te lleva al rancho de los Ramírez, y cortando para la izquierda, sin remedio llega al ejido “las animas”. Pueblito nada pintoresco. Seco y aterrado, dueño de 20 casas y 40 tiendas.

Fue en una de esas tiendillas, a la mera entrada del pueblo en donde adquirí la certeza de que – el miedo si anda en burro- y lo vi en un burro prieto que se destacaba perfectamente en el camino, porque en esos lugares la tierra es blanca, como si permanentemente se le bañara en leche, y por eso, aun en la noche más oscura, tanto caminos como veredas sirven de fondo blanco, destacando todo lo que por ellas transite.

El burro se fue acercando hasta pararse frente a nosotros, la costumbre lo llevo directamente al rayito de luz que escapaba por la ventana de aquella casa-tienda ubicada a la orilla del pueblo. Fue en ese momento en el que vi como “el miedo” se bajaba del burro. Se llamaba Juan y es vecino de “las animas”. A primera vista se notaba que a este hombre le había ocurrido algo fuera de lo común, la falta del sombrero y de un huarache lo anunciaban, pero más decía su cara con la mandíbula trabada y aquel color de masa cruda, la boca seca y aquellos ojos que parecían mandarse solos, bailando de un lado para el otro…y el brazo, señalando tercamente hacia donde todos sabíamos estaba el cruce de caminos

Engarrotado venia y solo después de 3 mezcalitos fue soltando el cuerpo, los ojos se le aquietaron y quedo un buen rato como ausente…también la lengua se aflojo para soltar primero que nada y con voz que no era la suya un “¡hay chinacos!, pos que demontres fue lo que vi”

En la ciudad los perros ladran cuando quieren morder a alguien. Pero en los ranchos estos animales ladran y ladran sin parar, y el objeto de tanto escándalo nunca se ve por ningún lado, solo es cuestión de que alguno de ellos inicie, para que la noche o el día se vea acompañado en tonos, estilos y tipos de mil ladridos posibles. Pero viéndolo bien, es posible que ellos siempre hayan estado ladrando, como los pájaros volando, y ocurre que cuando alguien les escucha por primera vez – solo está escuchando una plática entre perros iniciada hace muchos años, ininterrumpida, porque en los ranchos los perros nunca han dejado de ladrar…-y es que platican a su modo y no saben, o no quieren dejar la charla pendiente-.

Pro estos animales algo sabían de lo que este hombre había escuchado, porque de ver, casi no vio nada. Solo así se comprende por qué guardaron un respetuoso silencio cuando “Juan el espantado” pudo al fin platicar lo siguiente………lueguito les acabo de contar.

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