Sumamente delicado, gravísimo podríamos decir, el escenario que se vivió previo a la jornada electoral de este día primero de julio. En las últimas 72 horas se registraron acontecimientos lamentables. Los asesinatos, las detenciones, los presuntos secuestros, los atentados y ataques directos a diversos actores políticos, a sus familias y a su patrimonio, fueron la nota principal.

¿Quién o quienes a estas alturas es o son los responsables de que el proceso electoral se hubiese desbordado o salido de control días antes de la elección? Algunos apuntan o sugieren que el directo responsable de lo que sucedió en el último tramo de campaña y reflexión, fue la omisión o el descuido del gobernador del estado, Juan Manuel Carreras López, porque en su opinión es a final de cuentas el jefe político en el estado.

Puede que en algo tengan razón, pero honestamente yo tengo mis dudas, no comparto esa opinión, no la comparto porque  existieron circunstancias específicas y porque en todo lo que aconteció se involucraron además muchos factores o agentes externos, actores locales y regionales, grupos políticos, personas y candidatos impresentables o indeseables que abonaron al enrarecimiento de una elección que se tiño de sangre.

Cargarle solamente la responsabilidad al gobernador  Juan Manuel Carreras López por los acontecimientos de violencia demostrada, de  los hechos desafortunados, de tragedias ocurridas y de las que se pudieron acumular el domingo y después de la elección, me parece aventurado, impreciso, frívolo y temerario.

Me parece así porque estamos soslayando o dejando de lado que mucha de la violencia generada en la entidad, específicamente en algunos municipios en donde no escapa la capital potosina, esa violencia tuvo su origen en ese discurso de rencor, en ese ánimo de venganza, en ese sentimiento de odios profundos y de confrontación que los propios candidatos y actores mediáticos instalaron y alimentaron en el colectivo social durante las campañas.

Ellos, algunos de esos candidatos a un cargo de representación federal, estatal o municipal, fueron finalmente desde mi percepción los directos responsables de que las cosas se desbordaran. Actuaron siempre ocultos, a veces amparados en la oscuridad y en muchas ocasiones arropados por sus propios partidos o por los aplaudidores oficiosos con los que pactaron.

En muchos de los casos, fueron los seguidores de algunos candidatos quienes en forma criminal e irresponsable fueron utilizados como carne de cañón para desestabilizar, para que actuaran como los protagonistas centrales de las provocaciones, de los atentados perpetrados o de los hechos de violencia que se registraron; esto ya se verá si en realidad existe la voluntad política de esclarecer.

Nadie en su pleno juicio podrá decir que la violencia desatada en el territorio potosino es algo normal o producto de la casualidad. Por supuesto que hay responsables con rostro y nombre, y dependerá del gobernador del estado el que se aplique el peso de la ley. No hacerlo o dejarlo como un algo excepcional por la elección sería irresponsable y un desafío para su sobrevivencia como gobernante.