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jueves, abril 25, 2024

Por Raúl Ruiz

En estos tiempos líquidos, a los que alude el sociólogo polaco-británico, Zygmunt Bauman, la vida se va como agua entre los dedos de las manos.

Y en materia política, son tantas cosas las que hay que sopesar para que cuaje una candidatura, que, de igual manera, si no se tiene oficio político, puede escurrirse y caer en la atarjea, hasta perderse en el alcantarillado de la política.

Contimás, «así decía mi abuelita» si se trata de la gorda. O sea, la candidatura a la gubernatura del estado.

Y aún más, si hablamos de la candidatura por Morena, pues según las encuestas más serias, en San Luis Potosí, la intención del voto se inclina hacia allá en muy alto porcentaje.

De ahí que se haya soltado la jauría para tirarse de mordiscos y dentelladas, entre sí, como si dependiera de las mutilaciones mutuas, la posibilidad de ser, o no ser el candidato de la 4T.

Tantas cosas que se necesitan para tener oficio político.

Capacidad de conciliación, de negociación, mesura, visión, sentido de ubicuidad. Y otras más como la discreción.

Hay quienes tienen oficio y quiénes no.

De todos los aspirantes de MORENA para la candidatura a gobernador, sólo dos de ellos se han mantenido fuera de los jaloneos, dentelladas y mandobles, Juan Ramiro Robledo y el senador Primo Dothé.

Ambos en sus respectivas chambas sin agredir contendientes ni crear polémicas.

Toño Lorca estaba en ese ánimo hasta que el bocaza de Leonel Serrato le aventó una pedrada al decir que las aspiraciones del empresario eran «un disparate».

Tuvo que responder y subirse al ring, en defensa propia, pero ya en el cuadrilátero, se embadurna igual que los otros lenguaraces.

Los que se han expuesto en vitrinas para exhibir sus miserias.

Alguno con dislates y otros con descontones y aires de pavo real.

Pero en general se han atacado con puñal en mano, o a arañazos, “técnica” de combate de Leonel Serrato.

Juan Ramiro Robledo, atento a su responsabilidad en el Tribunal Estatal de Justicia Administrativa (TEJA) y el senador Dothé en sus tareas en el Senado, aguantan candela y se muerden… los labios para no entrar en la melé.

Su reserva no significa que no estén al tanto del proceso con ganas de ser los nominados; son políticos y con ganas de despachar en el palacio de gobierno, pero ambos guardan cordura y algo que parece haberse olvidado. La caballerosidad, el uso de la etiqueta política.

Han rehuido los reflectores, y la exposición a medios con suma cautela; bajo perfil a extremo.

Pocos saben trabajar la política utilizando el silencio. Porque en la política, como en la música, el silencio también es armonía, y también es un mensaje.

El ruido innecesario es para los novatos, hacer alharaca no garantiza crecimiento político.

Retorno al reconocimiento a los dos caballeros que abrigan la esperanza para cuando llegue el tiempo de las definiciones y se inscriban en la campaña interna de los suspirantes morenistas. De perfiles muy disímbolos pero caracterizados hasta ahora por la discreción.

A los dos les han tupido duro y macizo y estoicos han aguantado los guamazos sin chistar.

Leonel Serrato y Ricardo Del Sol le han asestado descalificaciones arteras.

El primero de ellos más agresivo y prepotente. Lorca se la ha llevado suave salvo por el hecho de verse obligado por dignidad a responder a la soberbia del notario que en plena campaña se da tiempo para sacar sus filosas uñas esmaltadas.

Los dos aspirantes más discretos han jugado sus cartas en la reciente elección de MORENA en donde resultó ganador Mario Delgado. Sin aspavientos apostaron sus canicas al ganador.

Nada se queda en la víspera, están cerca los tiempos de «destapes» para ser incluidos en la campaña interna.

Seguro estarán presentes en dicho proceso, enteros sin haber pasado por el desgaste de las opiniones negativas sobre sus competidores. Eso cuenta a la hora de los amarres.

Dirán «más vale paso que dure que trote que canse». Y en boca cerrada no entra las moscas.

Y de entre los dos, la experiencia de Juan Ramiro arrastra con las de todos sus compañeros. Muchas canicas en las alforjas, sin contar los años de expedición con el ahora presidente de México.

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