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Plaza Los Fundadores primer cementerio de San Luis Potosí

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viernes, marzo 29, 2024

En el libro Los Cementerios de la ciudad de San Luis Potosí, Rafael Montejano y Aguiñaga escribió en un libro, “en San Luis Potosí nació en medio de un sincretismo cultural. Al descubrirse las minas del Cerro de San Pedro, «dios el bramo» –según cuenta fray Diego Basalenque- , y acudieron colonos de todas partes españoles, negros, criollos, otomíes, tarascas, mexicanos y otros indios, además de los tlaxcaltecas que ya habían llegado el año anterior de 1591”.

Excepto los primeros, todos los demás eran novohispanos, nacidos ya bajo el dominio español, aculturados, por ende, y cristianos. Cada grupo contribuyó con lo suyo. Fue ésta una frontera ecuménica, muy rica en manifestaciones totalmente nuevas. Y el guachichil bárbaro, que nada tenía que ofrecer, todo lo asimiló. Al grado que medio siglo después desapareció como tal: como bárbaro, porque se civilizó, y como guachichil, porque se fundió con el mestizaje.

“Al arrimo de la iglesia y de las iglesias, el recién nacido potosino formó su cultura toda y sus tradiciones, por consiguiente. El «culto a los muertos», que tenía dos soportes: la religión y el cementerio, nació en el mismo sitio donde se fundó la ciudad: en el patio de la Universidad, donde fray Diego levantó la primera ermita luego que se dieron de paz los guachichiles, en 1588 quizá, y en la hoy Plaza de los Fundadores, cuyo atrio era. Allí estuvo el primer cementerio de la ciudad”.

El primitivo «Puesto de San Luis», o sea, el primer asentamiento humano, se formó exclusivamente con los guachichiles nómadas y belicosos que se rindieron al capitán Caldera y a fray Diego. De los misioneros y de sus pilhuanes -los indios cristianos y civilizados que los acompañaban- recibían estos naturales los primeros rudimentos de la fe y de la cultura novohispana.

“Fue entonces cuando el guachichil, que apenas empezaba a despojarse de su barbarie, conoció el entierro a lo cristiano. Debemos recordar que todos los indios, que ya de por sí gozaban de corta vida, fueron fácil presa de las nuevas enfermedades importadas de Europa. Quizá el cadáver que se descubrió a unos metros de los templos, durante las excavaciones para formar el estacionamiento subterráneo de esa plaza, fue de uno de los guachichiles fundadores allí inhumados. Rafael Montejano y Aguiñaga, fue un sacerdote, bibliotecario, arqueólogo, catedrático, investigador, historiador y académico mexicano.

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