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jueves, abril 18, 2024

Si la memoria colectiva no falla, la historia registra que en los últimos 50 años han sido contados los gobernadores que han dejado a un sucesor cómodo y a modo. Durante las últimas cinco décadas fue Antonio Rocha Cordero quien, tras ser enviado por el poder central, preparo y respaldo la candidatura de Guillermo Fonseca Alvares, que se desempeñaba como Senador de la Republica.

En aquella época, se estilaba que “el destape” del candidato del PRI fuera antes del mes de diciembre, previo a la jornada electoral. Florencio Salazar Martínez que hacia mancuerna en el Senado con Fonseca Alvares supo con la debida anticipación de que el no sería candidato al gobierno del estado tras escuchar del presidente de la Republica, Luis Echeverría Alvares, lo siguiente: “Señor licenciado, le deseo un feliz año nuevo en el Senado de la Republica”.

Guillermo Fonseca no dejo a un sucesor a modo, por el contrario. El poder del magisterio inclino la decisión presidencial para que el candidato del PRI en 1979 fuera el líder vitalicio del SNTE, el profesor Carlos Jonguitud Barrios a quien le atribuyeron los excesos de la magistocracia y el resurgimiento de los movimientos civilistas en la capital potosina. En 1985, CJB no pudo dejar sucesor.

Florencio Salazar Martínez, que se desempeñaba como Delegado del CEN del PRI en el estado de Yucatán contaba con el respaldo de sectores importantes de la entidad potosina y fue enviado por el gobierno federal para contender en las elecciones de 1985. Florencio Salazar gano las elecciones pero perdió el gobierno luego de resistirse a aceptar las imposiciones del Grupo Universidad y de los grupos de interés político, económico y mediático que le armaron la revuelta del 1 de enero de 1986, situación que lo obligó a dimitir al cargo.

A Leopoldino Ortiz Santos, lo envió el gobierno federal en 1987 para concluir con el mandato constitucional. Durante 4 años San Luis Potosí llevo la fiesta en paz. Todo era parafernalia, concesiones, kermeses y elecciones sin contrapesos. En 1991, Carlos Salinas de Gortari decidió que Fausto Zapata Loredo fuera el candidato del PRI. Después de 5 meses de campaña, Fausto gano la elección y los navistas se la hicieron de pleito ratero, presionando al presidente Salinas a pedirle su renuncia a los 13 días de haber asumido la gubernatura.

De ahí, todo cambio. Gonzalo Martínez Corbala asumió en 1991 el gobierno provisional y permitió el surgimiento de una especie de nuevos ricos. En 365 días hizo de la casa de gobierno un salón de fiestas, endeudo al estado, rompió corazones y se fue. Con la firme sugerencia de la Secretaria de Gobernación, correspondió al Congreso del Estado nombrar a un mandatario interino por 7 meses en tanto se preparaba la elección constitucional para concluir con el mandato de 6 años.

El elegido fue Teófilo Torres Corzo en 1992 que, único en su estilo y tan solo a un tramito para ser actor, se llenaba los bolsillos de fajos de billetes para repartirlo entre los potosinos pobres diciéndoles:

“Todo lo que hay en esta bolsa se los da el gobierno del estado” y “todo lo que hay en esta otra”, “se los regala su amigo Teófilo Torres Corzo”. Durante su gobierno el “viejito lindo y querido” como se le conoce en el medio periodístico, favoreció a muchos amigos, reformo la Constitución y, en un abrir y cerrar de ojos todo se esfumo, incluyendo la reformas constitucionales y leyes secundarias que integralmente derogo su sucesor, Horacio Sánchez Unzueta.

La candidatura de Horacio en 1993 fue medida, calculada y analizada desde el centro y, en parte, respaldada en el ámbito local. “Para que la cuña apretara tendría que ser del mismo palo”, concluían. Antes de su designación, Joseph Córdova Montoya, el maquiavélico y perverso asesor del presidente Carlos Salinas de Gortari, le habría ofrecido la candidatura a Carlos Jiménez Macías que se desempeñaba como líder nacional de la FSTSE. No acepto.

En buena lid, Horacio Sánchez Unzueta gano la elección y sentó las bases para el crecimiento y el desarrollo de la entidad. A largo plazo sembró nogales que hoy rinden frutos. Podría afirmarse que fue de los pocos, si no es que el único que no disfruto el poder, más bien lo padeció, según sus revelaciones. Horacio gobernó el estado durante 4 años. Lo hizo bien, a plenitud, y coloco a cada cual en su justa dimensión; a los empresarios los arrincono en sus Cámaras, al Rector en su Universidad, al Clero en su ministerio y, a uno que otro pseudo líder social, los mando a la carcel.

En 1997, Sánchez Unzueta preparo y se dio el tiempo suficiente para la sucesión. Su compromiso generacional fue con Fernando Silva Nieto. Neutralizo y desplazo a Juan Ramiro Robledo Ruiz, del que muchos suponían saldría de la Subsecretaria de Gobernación para asumir la candidatura del PRI. A Silva Nieto lo instalo en la Secretaria de Finanzas, luego en la secretaria de Educación, posteriormente en la Secretaria General de Gobierno, y de ahí a la candidatura del PRI.

Con Fernando fue otra historia. De 1997 al 2003 fue quizá el sexenio perdido. Silva Nieto gobernó con un estilo muy peculiar y pronto dio muestras que su proyecto y carrera política terminaría con su mandato. FSN hizo los días cortos y las noches largas. La bohemia y la galantería eran lo suyo y no propiamente el arte de gobernar. Finalmente, su descuido en la sucesión propicio que el PAN le arrebatara al PRI el gobierno del estado.

En ese 2003, un débil Fernando Silva fue sometido a presiones por parte de grupos de interés que lo obligaron a promover la candidatura del empresario Miguel Valladares. Solo que no contaba con la embestida de un empoderado y aguerrido grupo político que en su momento encabezaron Juan Ramiro Robledo Ruiz, Carlos Jiménez Macías, Yolanda Eugenia González Hernández, Elías Dip Rame y, el 5 copas Manuel Medellín Milán que convencieron a Roberto Madrazo, presidente del CEN del PRI para que diera marcha atrás. Al final del día, esos grupos se sacaron de la manga a Luis García Julián, pero solo para llevarlo a una estrepitosa derrota frente el PAN.

Con la llegada de Marcelo de los Santos Fraga en el 2003, San Luis Potosí enderezo el rumbo. El gobierno panista inicio con lo que ahora otros presumen, la industrialización del estado y el comienzo de la llegada de importantes capitales extranjeros, incluyendo las principales empresas del ramo automotriz y otras, fue obra, gracia y gestión de Don Marcelo quien al término de su mandato, junto con otros funcionarios vivieron las de Caín tras la actitud persecutoria enfermiza de su empleado, el priista Fernando Toranzo Fernández.

El doctor Toranzo, para ser honestos, en su vida soñó que podría ser el candidato del PRI, mucho menos el gobernador. Pero la astucia de Horacio Sánchez Unzueta y la coyuntura del momento al no haber un presidente de la Republica priista, permitieron que Beatriz Paredes Rangel, entonces presidenta del CEN del PRI diera luz verde a su candidatura para vencer por una mínima diferencia al panista Alejandro Zapata, el cual se confió hasta perder los estribos.

Fernando Toranzo gobernó de 2009 al 2015 y pese a sus limitaciones políticas, logro imponer a su sucesor. Emberrinchado, terco y obstinado, convenció al Secretario de Gobernación y a la dirigencia nacional del PRI, de que el único candidato que podría dar la pelea y garantizar el triunfo al PRI seria Juan Manuel Carreras. En la recta final, más de 10 precandidatos fuertes se quedaron chiflando en la loma y, finalmente Juan Manuel contendió por el PRI para vencer con la ayuda de panistas a Sonia Mendoza Díaz con la mínima diferencia de 2.5 puntos porcentuales, algo así como 48 mil votos.

Ahora, el turno de la sucesión le corresponde a Juan Manuel Carreras. Su mandato ya ingreso literalmente a la curva del descenso. El Güero, ya lo hemos dicho, tiene cuatro opciones, y no tanto como para continuar con su obra de gobierno sino al menos para dejar a alguien que le cuide las espaldas y cierre bien los cajones.

La Primera opción es un candidato priista competitivo con perfil político, empresarial o de buen administrador. La segunda es un candidato surgido de una alianza PRI-PAN con igual o semejantes características. La tercera es un candidato registrado por MORENA y sus aliados, capaz de amarrar acuerdos y negociar posiciones con el PRI, con el PAN y con otros. Y la cuarta, quizá la mejor, es no meter las manos ni enjabonar el piso para dejar, en todo caso, que la sucesión transcurra de manera natural. Otra opción, no se ve.

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