¿Acaso habrá alguien o algunos que le apuesten, quieran o deseen regresar a los tiempos de confrontación, a esos escenarios de ruptura social y de violencia política que experimentamos los potosinos y que provocaron y condujeron a San Luis Potosí al retroceso y al estancamiento que impidió el desarrollo y el crecimiento de la entidad? Por lo que se ve, sí, tristemente sí.

Estamos a escasos meses de la elección del 1 de julio; los partidos políticos no tienen aun formalmente registrados sus candidatos ante el INE o ante el CEEPAC, seguramente lo harán en estos días. Pocos conocen sus rostros y trayectorias, nadie sabe de sus plataformas o de su oferta política y sus propuestas, más sin embargo ya presenciamos esa guerra irresponsable que suele darse en medio del lodazal,  el fango y el batidero político.

Sin excepción, todos los partidos políticos y sus candidatos ya seleccionados en forma interna están inmersos, enrolados y enfrascados en pugnas internas y externas. Todos por igual defienden sus propios intereses, ni la identidad ni la ideología importan, tampoco el electorado, ese que acudirá a las urnas a depositar su voto y decidir el destino de este país y de  este estado.

Pero bueno. Lo que ocupa y preocupa justo ahora son esos escenarios de confrontación dirigida entre las tres principales fuerzas políticas. En el PAN,- por ejemplo, la lucha interna es cruel y despiadada por el cobro de facturas y viejas rencillas entre líderes y grupos sectarios que no cejan en su intento y afán de mantener el control del partido. Todos por igual, saben que los electores no son ajenos a sus pugnas y que saldrán a ajustar cuentas el primer domingo de julio.

En el PRI, pareciera que la brújula agotó sus imanes; el descuido fue mayúsculo y las consecuencias se traducirán en desastre, según los pronósticos de los que saben de esto,- es decir, en rotundas derrotas en varios distritos y municipios. Los tiempos políticos para el PRI potosino no son buenos, no son alentadores, y de ello no es responsabilidad absoluta de Martín Juárez, sino de los mandos reales que se esfuerzan en conservar sus canonjías.

El gobernador Juan Manuel Carreras perdió literalmente el control del hilo conductor del proceso interno al permitir la injerencia del torancismo en las decisiones para la selección de candidatos a diputados federales y locales y, lo delicado, es que hoy por hoy existe una marcada distancia entre el mandatario potosino con los operadores formales e informales de José Antonio Meade.

Con seria preocupación han visto como comienza a incendiarse el estado justo por la ausencia de voluntad y oficio político, por su indisposición o terquedad en no ceder para cerrar acuerdos que pudieran contribuir al triunfo del candidato presidencial. Carreras no ha entendido, a lo mejor, que en política, el acto de ceder no significa perder, no es una muestra de debilidad sino que debe interpretarse como un acto de prudencia política.

Con desconcierto e irritación, los mandos centrales cercanos a José Antonio Meade, vieron como los priistas locales sedujeron y empujaron a la Coordinadora Regional de la campaña del candidato presidencial José Antonio Meade, a la coahuilense Carolina Viggiano a dar declaraciones de prensa que en nada contribuyeron al acuerdo y al entendimiento político, “no era por ahí, no fue la instrucción”, dijeron.

Puesto en perspectiva, es en el PRD donde las decisiones internas se habían prolongado. Ahí nadie está seguro, todo puede modificarse, incluso un día antes de las elecciones constitucionales. Aquellos que sienten tener una candidatura en la bolsa, saben que su amarre dependerá de varios factores externos e internos. Algunos están llegando por la libre, pero hay otros que olvidaron que la lucha que hoy se libra en el terreno político y electoral fue lo que justamente les concedió a muchos  los privilegios que hoy gozan.